DO Val de Requeixo AOS PEARES

21-2-2013

Muy poucos conocen o Val de Requeixo, tamén chamado Val do Asma ou Val de Viana.

Situado entre o Faro e O Miño, é recorrido por o río Asma e o seu afluente O Comezo, está alexado das principais vías de comunicación que trascurren  por o concello de Chantada, como son a estrado N-540 de Lugo a Ourense e o corredor central de Galicia de Lugo a Monforte, polo que pasa desapercibido para os camiñantes.

Comprende as seguintes parroquias:

O Mato (San Xillao)
A Laxe (San Xoán)
Requeixo (Santiago)
Esmeriz (Santa Mariña)
San Pedro de Viana (San Pedro)
Esmoriz (San Xillao)
A Grade (San Vicente)
Bermún (Santa María)
Santa Uxía de Asma (Santa Uxía)
Santa Cruz de Viana (Santa Cruz)
Cartelos (Santo Estevo)
Santa Mariña do Castro (Santa Mariña)
Santa Cristina de Asma (Santa Cristina)
Furco (San Gregorio)

Imaxe 1: A sua situación pódese apreciar á esquerda da seguinte imaxe:

Requeixo_def

O término Requeixo, que parece orixinario da palabra latina recessus=»retiro» ou «lugar solitario», estuvo, como seu nome indica, alexado desde a antiguedade de todo atisbo de modernidade, eso é certo, ben sea por os seus condicionantes xeográficos ou porque no Val de Requeixo practicouse un modo de vida tradicional hasta hay muy poucos anos. Esto tuvo as súas ventaxas, pero moitos inconvenientes como é facil de entender. Hoxe pódese decir que por a sua dedicación intensiva ó sector gandeiro non envidia a calquera outra zona de Galicia.

Sólo as centurias romanas que transitaban aqueles paraxes por a vía principal  de Bracara a Lucus Augusti que se cruzaba en Agrade con a via transversal Montefurado-Iria Flavia, ou os escasos viaxeiros da época medieval que utilizaron as mismas vías romanas podían dar algún testimonio da sua existencia. Os monxes de Oseira solo aparecían por aquelas latitudes para percibir os seus dereitos señoriales. Desde que o noso Xoan de Requeixo alabara as virtudes do Santuario do Faro hasta mediados do século XIX en que un autor anónimo sacouno do olvido, O Val de Requeixo permaneceu  esquecido para sempre.

Imaxe 2: Vista do Val de Requeixo desde a parroquia de Santa Cruz de Viana:

Requeixo_Dic2004

Un pasaxe atopado nun cócide denominado xenéricamente «Geografia de Galicia», existente no Archivo Histórico Nacional, AHN Códices L.1051, escrito por D. Juan Pardo y Prado (de) Guevara; Conselleiro provincial de Lugo a mediados do século XIX, ven descubrirnos as bondades da terra e das augas do Val de Requeixo:

«Linos, frutas, cereales, son de tal especie que nada hay que les iguale en la provincia de Lugo, y la razón de esta especialidad en concepto de los conocedores del país es el de fertilizarles las aguas que se desprenden de la montaña que se llama el Faro y que por desgracia poco mas terreno riega que las dos parroquias de Requeijo y de Cartelos por perderse estas aguas inmediatamente en la parroquia que sigue a aquellas en otro rio llamado Bubaiño y que inmediatamente  pierde su nombre por entrar este en el desconocido Bubal que pasa a formar parte del Miño en la parroquia de San Miguel de Olleros ó punto que llaman os Peares».


«La parroquia de Requeijo pertenece hoy al ayuntamiento de Chantada y las otras parroquias donde atraviesa el Bubal unido ya con el Bubaiño al ayuntamiento de Carballedo como son San Mamed de Lousada, o sean parroquias de S. Pedro, Villaquinte, San Mamed de Olleros y otras, hasta que el Bubal entra sin causar lesión visible en el gran Miño y enfrente entra el Sil observándose que un gran trecho lo colorean las arenas de aquel cortando al Miño no porque tenga tantas aguas como él sino por la violencia con que se precitipa por las pendientes que recorre, inclusa la de la parroquia de Pombeiro inmediata a su confluencia, en los Peares, donde hubo un puente Romano que por la  parte de acá encabezaba en Olleros y por Orense en Pombeiro. Habia en los Peares la mejor pesquera de Galicia dependiente del Monasterio de Bernardos de Olleros filiación del Monasterio de Osera. Estaba construida con tal arte que para poder tener pesca de salmones, sábalo y lampreas en días dados le ponían unos cestones introducidos en la misma agua en donde se conservava la pesca por 20 dias. Decretada por las Cortes de Cadiz la avolicion de Señorios y sus Derechos, los paisanos creyeron que destruida que fuese la pesquera de los Peares podrían ellos echar en los márgenes del rio en pesqueras menores para utilizarse de la pesca, y apellidando libertad destruyeron la gran pesquera de los Monges. El ultimo año que los monges habían tenido arrendada la pesquera les daban 12.000 reales y el pescado que necesitaba el monasterio de Osera que solia tener por aquel entonces 50 monges lo menos, en el Jueves Santo, el dia de San Bernardo, San Rosendo y la Virgen de la Asuncion que eran las cuatro fiestas principales de aquella comunidad, en las que además de los conventuales se reunian 32 priores ó grangeros con sus criados además de los muchos curas y particulares de aquellas inmediaciones- Reos, anduriñas, en gran cantidad de miles. Marin junto a Pontevedra, tenia un priorato de Osera encargado de enviarle toda clase de pescados y mariscos».

Algúns anos máis tarde, un monxe xesuita metido a botánico chamado Baltasar Merino, fixo un inédito percorrido desde Os Peares hasta Cartelos e O Faro en busca de exemplares inéditos para a flora galega.

As interesantes reflexiós que sobre esta zona  fai na sua obra «Viaje de herborización por Galicia en los años 1900 y 1902» deben quedar tamén aiquí plasmadas:

«A los dos días acordamos de hacer una visita á las márgenes del río Búbal, que en Peares se junta con el Miño, y ambos, ya fundidos en uno, refuerzan á pocos metros la corriente del Sil. En tres cuartos de hora nos condujo el tren á los Peares. En el breve espacio que media entre la estación y la confluencia de los dichos ríos, crece la Euphorbia esula, L., no ya aislada, sino en compañía con la Euphorbia characias, L.. La Anchusa undulata, L., vive al pie mismo de la vía férrea.
Nuestro objeto era, siguiendo la orilla izquierda del Búbal, hacer noche en la aldea llamada San Lorenzo. Al desviarnos del ferrocarril para tomar el conducente sendero, una mirada á las rocas me produjo impresión por extremo grata. Allí vegetaba, tapizando el pétreo y desigual acantilado, una especie que hacía tiempo buscaba en vano. Tenía la apariencia de un Melandrium; era la Silene melandrioides, Lge., descubierta por Häckel en 1876 «en los peñascos próximos al Sil, no lejos de Orense». ¿Nos encontrábamos en el lugar clásico de la especie? Probablemente sí, pues las circunstancias en todo convienen. La aldea, adonde nos dirigíamos, está próximamente á unos 250 metros sobre el nivel del Miño, en Los Peares. Emprendida la marcha ascendente por entre corpulentos castaños, aquí intactos de la enfermedad que en tantas otras comercas los estraga y mata, pasamos por campos inundados de dos especies interesantes: el Endymion nutans, L., y un Hieracium, con todos los caracteres de H.murorum, L., aunque no todos loe ejemplares se acomodan á la descripción, y la Spergula vernalis W. nueva para la flora gallega.
La Genista anglica, L.; la Stellaria holosteia, L., y la Polygala ciliata, Leb., esta última con flores, ya azules, ya rosáceas, pero siempre blanca la barbilla ó cresta de la quilla, se presentaban á cada instante por el camino. Al paso que nos acercábamos á la aldea, aumentaban entre las piedras, y al fin, en las paredes, la Draba muralis, L., y Erophila verna, Kk., ambas ya muy agostadas, indicando que, con haber sido el invierno riguroso y muy prolongado, aquella cañada aprovechó á maravilla los primeros calores de la primavera. Al pie de una pequeña cascada, poco antes de llegar al poblado, y formando césped resistente y tupido, como el que suele hacer la Pellia epiphylla, Corda, se dejó ver, ostentando su verdosa flor, el Chrysosplenium opposiitifolium, L.. Sólo examinándola en esta fase de su desarrollo, ó teniendo presentes muestras de antemano reconocidas, puede con seguridad determinarse por primera vez esta planta. Más adelante, en la diócesis de Lugo, que comienza en la margen dercha del Búbal, que teníamos enfrente, la hemos visto copiosa y siempre en habitación semejante.
Ya en la vecindad de las casas, recogimos el Orobus tuberosus, L. En presencia de la polanta notamos que sus foliolos son ya agudos, ya obtusos, y aun, como caso raro, los inferiores escotados en su extremo superior, con 3-5 nervios y las estípulas enteras, ó algunas dentaditas en la base. Parece, pues, que sólo al llevar las hojas dos foliolos resulta carácter exclusivo de la variedad unijugis.
En el recodo que forman dos montes contiguos, donde se reunen las aguas de las dos vertientes, dilátanse unas praderías con rica vegetación. La Aquilegia vulgais, L.; el Lamium maculatum, L., dominan allí por doquiera. La Veronica montana, L., abundantísima, siendo éste el único sitio en que la hemos observado, acompañada de la Veronica chamaedrys, L.
Insinuado queda antes que entre las piedras de una pared vive el Cheilanthes hispanica, Mett. Casi todos los herbarios europeos carecen de esta especie singular, que, por lo visto, no es tan rara en Galicia. Fué encontrada por primera vez en los márgenes pedregosos del río Mondego, cerca de Coimbra, en Portugal; y se concibe el júbilo con que la cogieron MM. Boissier y Levier, poco antes de llegar á Toreno, provincia de León, aunque debieron sufrir por esta causa algunos arañazos y punzadas, producidos por una Genista que, como protegiéndola, crecía al lado.
Para nuestro regreso escogimos un sendero más inmediato al cauce del Búbal, y, entre las especies vistas, además de la Ajuga pyramidalis, L., notamos dos Saxifragas: la Saxifraga granulata, L., que parece huir de las tierras bajas y más aún de la costa, y sobre todo la Saxifraga umbrosa, L., ésta adornando con sus largas panojas de flores blancas el borde del camino. Á pesar de su porte, muy semejante al de la Saxifraga cuneifolia, L., distínguese de ella por sus hojas y pediolos mucho más anchos, y por sus tallos, generalmente glandulosos, más robustos. También se dejaron ver varios pies del Anarrhinum hirsutum, Lk. et Hffg., con las flores en un todo iguales á las del A. bellidifolium, Desf., esto es, de un azul amoratado con franjas blancas.
Agradecido, como era mi deber, á los generosos obsequios que me dispensó la familia de D. Camilo, salí para Cartelos por la carretera de Orense á Chantada. Al cabo de dos horas y media de viaje subiendo contínuamente, y después de atravesar el puente sobre el Búbal, en cuyas cercanías divisé la Erica aragonensis, Wk., llegamos al paraje conocido con el nombre de Barrela, á cuya izquierda, en la dirección de nuestra marcha, se halla situada la parroquia de Cartelos. El hallazgo de la especia ultimamente indicada, corrobora la afirmación formulada en un principio, de que hay comarcas en Galicia casi totalmente desconocidas bajo el aspecto fitológico; pues la Erica aragonensis, Wk., no tenida como de la flora gallega, crece copiosa en muchos parajes de la provincia de Lugo, como en Lor, montes de Samos y cerca del punto adonde ahora nos dirigimos, ó sea en la falda del monte Faro, distante de Cartelos unas dos leguas escasas.
Una vez en Cartelos, lleváronnos a su casa solariega, llamada Casa del Barrio, los Sres. Taboada, que aquí suelen pasar largas temporadas de primavera y verano. Reciban desde estas páginas el testimonio de nuestra sincera gratitud.
La vegetación en los alrededores del pueblo atrasadísima, y el tiempo destemplado y lluvioso. El Asphodelus albus, W.; la Veronica chamaedrys, L.; la Veronica serpyllifolia, L.,; la Linaria delphinoides, Gay.; la Brassica cheiranthus, Vill.; la Stellaria holostea, L.; la Euphorbia characias, L., y la Ajuga pyramidalis, L., eran las principales especies que hermoseaban los campos. En cambio, apenas se elevaban sobre el suelo algunos centímetros el Carduus Gayanus, Dur.; el Anthoxanthum amarum, Brot., y la Orchis lalifolia?, L., juzgando por la forma de los tubérculos y las hojas.
Algunos Carex, como el C. divisa, Huds.; C. glauca, Scop.; en compañía de Caltha palustris, L., echaban entonces las primeras espiguillas.
En las gentes de Cartelos, así como en las que habitan las parroquias circunvecinas, notábase una satisfacción y bienestar que no se advierte tan á las clareas en otras partes. El respeto á las autoridades, la moralidad más exacta, junto con una laboriosidad asidua é inteligente, cuanto cabe en terrenos tan quebrados y en personas alejadas de centros de mayor instrucción, reinan en aquellos pueblos, que bien pueden llamarse felices. El centeno y maiz son las cosechas principales, y los bosques de robles los más corpulentos que he visto en Galicia. La falta, sin embargo, de vías de comunicación y transporte hace que se pierda la mayor utilidad que de ellos podría sacarse. Y á propósito de los robles, contóme el señor cura de Cartelos, don Constantino Randolfe, que en su pueblo, de allí una legua escasa, llamado Quintá do Monte, posee él un robledal, á cuyos robles se les quita, al modo que se hace con los alcornoques, una y dos veces la corteza, destinada á las fábricas de curtidos, sin que los robles mueran. Caso extraordinario y que no sucede en otros sitios.

En una excursión al monte Faro, que no permitió continuar hasta el fin una lluvia persistente, pasamos por tojales, en que era de ver la multitud de individuos de una especia bastante escasa en Europa, del Erythronium dens-canis, L., vulgarmente llamada diente de perro. Más adelante, como á media subida del Faro, vuelve á aparecer, entreverada con el Arándano en flor, Vaccinium Myrtillus, L. Prosiguiendo más arriba, la Romulea bulbocodium, Kze., y el Narcissus calathinus, L., que hacía mes y medio había florecido en los campos de La Guardia, ostentaban aún sus frescas corolas. ¡Tanto influye la altitud en la precocidad ó retraso de unas mismas especies! Las indicaciones del barómetro señalaban una altura de 730 metros sobre el nivel del mar; desde donde hicimos alto, hasta la ermita construída en la cumbre más elebada, aún nos quedaba una hora de subida á buen paso.»

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