CONTOS ESCOLLIDOS

CUENTOS

escogidos

por

Manuel Lamazares Guerra

12-5-1977

Contiene más de 50 cuentos

ÍNDICE :

1.- La señora Coneja y la señora Vaca.
2.- El zorro y el sapo.
3.- El amo y su criado.
4.- El toro.
5.- Otro cuento del toro.
6.- Los cuatro músicos.
7.- El tratante de gallinas.
8.- El niño y las ovejas.
9.- El zorro y el lobo.
10.-El lobo y el corderito.
11.- Los ratones.
12.- El padre y sus tres hijos
13.- Otro cuento del padre, parecido.
14.- Cuento del gitano.
15.- Otro cuento parecido del gitano.
16.- El cuento de la vieja y el viejo.
17.- El cuento de las tres cabras.
18.- El cuento del Pito Pitón.
19.- La gallina roja.
20.- El cuento de un soldado.
21.- Otro cuento del zorro y el lobo.
22.- La gatita Minifá.
23.- Los ratones y el queso.
24.- Cuento de la ratita.
25.- Otro cuento de la ratita.
26.- El pollito de la avellaneda.
27.- Cuento de la rana presumida.
28.- Cuento.
29.- Cuento.
30.- Cuento.
31.- Cuento.
32.- Cuento.
33.- Cuento.
34.- Cuento.
35.- Cuento.
36.- Cuento.
37.- A Virxe do Cristal.
38.- La máquina maravillosa.
39.- San Antonio y los pájaros.
40.- Cuento.
41.- Otros cuentos.

1.- La señora Coneja y la señora Vaca.

De una vez estaba una Señora Vaca paciendo en un prado. Encontró muchas manzanas debajo de un manzano y las comió. Miró para arriba a ver si les llegaba y no pudo ser. Luego empezó a dar cornadas al árbol y le caían algunas, cada vez menos. Por último dio un fuerte golpe y le quedaron los cuernos clavados.

Llegó por allí la señora Coneja y la dijo:

-Señora Vaca, le voy quitar un cubo de leche para mis hijitos que me mueren de hambre, y mañana volveré por otro, y se fue.

De noche, la señora Vaca hizo un gran esfuerzo y desclavó los cuernos y se fue llenar de pasto. Luego fingió meter los cuernos por los agujeros de antes a fin de atrapar a la señora Coneja cuando volviera por más leche. Cuando la estaba ordeñando salta la señora Vaca tras de ella por el monte abajo, pero no la pescó. Vió unos ojos grandes detrás de una mata de tojos y les dijo:

-Ojos grandes ¿Vísteis pasar por aquí a la señora Coneja?

-Sí, le contestó. Y siguió corriendo, mientras la señora Coneja se revolteaba con la risa.

2.- El zorro y el sapo.

De una vez, el zorro y el sapo hicieron una apuesta. Dijo el zorro:

-Señor sapo, vamos a quien correr más a ver cual de nosotros llega primero a la cima de aquella montaña. El sapo le contestó:

-Ya está.

Y en un descuido del zorro, sin darse cuenta, el sapo se le agarró al rabo y empezó el zorro a correr muy confiado y llegó a la cima de la montaña y se sentó, cansado, mirando para atrás a ver por dónde veía el sapo. Entonces éste le dijo:

-Ya estoy aquí, he llegado antes. Y ganó la apuesta.

Y colorín, colorado: el cuento se ha acabado.

3.- El amo y su criado.

Un criado estuvo sirviendo a su amo mucho tiempo hasta que se cansó de tanto servir.

Un día, el criado pidió la soldada a su amo y éste le dio una cabeza de oro, que valía mucho dinero.

El criado se fue creyendo que aquella cabeza de oro valía muy poco. Pasó por allí un hombre con un gran caballo y el criado le dijo si le cambiaba el caballo por la cabeza de oro y cambiaron. Luego el criado hechó en él una carrera y se cayó, lastimándose mucho, y se enfadó con el caballo.

Vió una señora ordeñando una vaca y la dijo:

-¿Quiere cambiar esa vaca por este caballo? Y Cambiaron.

Luego como no tenía forraje para la vaca se le puso muy flaca y no le deba leche.

Vió otra mujer con un rebaño de cerdos y la dijo:

-¿Quiere cambiar esos cerdos por esta vaca? Y cambiaron. Pero como no los cuidaba bien se le pusieron muy flacos.

Vió otra mujer con unos gansos y la dijo:

-¿Quiere cambiar esos gansos por estos cerdos? Y cambiaron. Pero como no tenía que darles no ponían huevos y se enfadó con ellos.

Vió un afilador con una rueda de afilar que ganaba mucho dinero, le dijo:

-¿Quiere cambiar esa rueda de afilar por estos gansos? Y cambiaron.

Por último, el criado tenía mucha sed y se fue a beber en un pozo, posando la rueda de afilar junto a él y le resvaló, cayendo al hondo del pozo. Y se quedó sin nada.

Eran de una vez un cesto y una canasta y para cuento basta.

4.- El toro.

De una vez eran 4 amigos: el toro, el cerdo, el carnero y el gallo. Se ayudaban los unos a los otros para vivir mejor y defenderse de sus terribles enemigos.

Vino el invierno y el toro dijo a sus compañeros:

-Vamos hacer casa que viene el invierno.

Todos dijeron que no ayudaban. Entonces el toro la hizo él solo con terrones, palos y paja y trajo una puerta, que también la colocó con los cuernos. Luego se hechó el invierno y se metió dentro, cerrando la puerta.

Empezó a nevar y sus compañeros se morían de frío.

Primeramente llegó el cerdo a la casa y golpeó en la puerta gritando y diciendo al toro: -Ábreme, soy el cerdo que me muero de frío fuera.

El toro le contesta: -No, no, que no me has ayudado a hacer la casa.

El cerdo le dijo: -Pues si no me abres te voy remover los cimientos de la casa. Y le abrió.

De allí a poco llega el carnero y golpeó, diciendo: -Ábreme que me muero de frío fuera. El toro le contestó: -No, no, pues no me has ayudado a hacer la casa.

El carnero le dijo: -Pues si no me abres te voy tirar la casa a topetazos. Y le abrió.

Por último llega el gallo golpeando y diciendo: -Ábreme, que me muero de frío fuera. El toro le contestó: -No, no, pues no me has ayudado a hacer la casa.

Luego el gallo le dijo: -Pues si no me abres te voy hechar toda la paja abajo con mis patas. Y le abrió.

Luego estuvo nevando varios días y los 4 amigos estaban muy bien, cantando.

Pronto llegaron sus contrarios: el oso, el lobo y el zorro, que también se morían de frío y además tenían mucha hambre.

Llegaron junto a la puerta. Miraron todos por el agujero de la llave al sentir mucho ruido dentro, pues estaban cantando y riendo. Vieron que eran muy gordos y por esto tenían mucho que comer.

Y decidieron entrar por la fuerza, pero ninguno se atrevía. Luego dijeron al oso que entrase primero, porque era el más fuerte. Dio un gran golpe a la puerta y se abrió. Los amigos del oso escaparon con el miedo.

El oso se atrevió a entrar pero el toro lo clavó con los cuernos contra una pared y lo tenía sujeto, mientras el cerdo le despedazaba la barriga a bocados. El carnero le daba fuertes golpes a topetazos, y el gallo le picaba los ojos.

Luego el oso hizo un gran esfuerzo y de un golpe escapó llorando y corriendo mucho en busca de sus compañeros.

Al encontrarles les dijo:

-Escapemos de aquí, pues en aquella casa, un demonio me clavó con un ”forcado”; otro demonio me despedazaba la barriga a bocados, y otro me mataba con un fuerte mazo. Y una bruja me quitaba los ojos.

Y los 4 amigos: el toro, el cerdo, el carnero y el gallo cerraron la puerta y siguieron riendo y cantando. Y después de buscar comida volvían a la casa, estando siempre juntos para defenderse de sus enemigos.

5.- Otro cuento del toro.

De otra vez estaba un toro paciendo en un monte de Castilla, junto a un colmenar. Llegaron por allí una manada de lobos y el toro muy asustado, para defenderse con sus cuernos se arrimó a la puerta del colmenar y la puerta se abrió hacia dentro con el peso del toro, y conforme le atacaban los lobos se ibra tirando atrás, siempre arrimado a la pared y por dentro del colmenar hasta que dio en la puerta otra vez y ésta se cerró, quedando el toro y los lobos dentro. Y de tanto escornar, cansó y lo comieron y estuvieron muchos días hartos de carne.

Pero cuando terminaron de comerlo gritaban mucho, hambrientos. En esto pasó por allí un cazador y al oír tanto ruido se subió a la cima de la pared a ver lo que había allí. Vio 15 lobos mirando arriba hacia él para comerlo.

Entonces les disparó la escopeta varias veces y los mató a todos, encontrando solo los cuernos del toro y las colmenas destruidas entre ellos. Y millares de abejas zumbando por todas partes.

6.- Los 4 músicos.

De una vez era un señor que tenía un asno en su casa hacía ya mucho tiempo. Como el animal tenía muchos años, se le cayeron los dientes y no podía comer bien, poniéndose muy flaco. Entonces su amo lo echó fuera de casa.

El asno fue por un camino hacia arriba y encontró un perro flaco llorando de hambre.

-¿Tú, qué haces ahí? -le dijo el asno. Y el perro le contestó:

-Mi amo me echó de casa porque, como soy viejo, me cayeron los dientes y no le podía comer bien, ni guardar la casa.

-Vente conmigo -le dijo el asno.

Y en el camino encontraron un gato, gritando oy le dijeron.

-¿Qué haces ahí? -Y el gato les contestó:

-Es que mi amo me echó de casa porque de viejo me cayeron los dientes, me puse muy flaco y por esto no le podía matar los ratones.

-Vente con nosotros -le dijeron.

Y andando más adelante encontraron un gallo en la cima de una pared, flaco y lleno de hambre.

-¿Qué haces ahí? -le dijeron. Y les contestó:

-Es que mi amo me echó de casa, porque estando picando cal, me rompió el pico y no puedo comer bien. -Vente con nosotros y los 4 haremos una orquesta -le dijeron.

Y los 4 amigos se marcharon por un camino. Y al atravesar un bosque vieron unas luces en una casa y se acercaron para ver si había algo que comer.

Estaba la puerta cerrada y el asno miró por el agujero de la llave y vio unos ladrones comiendo dentro comiendo abundante comida. Entonces el asno dijo a sus compañeros:

-Vamos hacer una orquesta: Que se suba el perro sobre mi lomo, el gato sobre el perro y el gallo sobre el gato. Cuando empiece yo a gritar, gritad vosotros también fuertemente.

Los ladrones, al oír tanto ruido, creyeron que era la Guardia Civil, escaparon a toda prisa llenos de miedo, por la puerta de atrás, mientras los 4 músicos entraron en la casa llenos de hambre. El asno se puso a comer el pan; el perro, la carne; el gato, el pescado, y el gallo, los garbanzos. Así que se hartaron se fueron a acostar. El asno a la cuadra, el perro se quedó en la puerta, el gato se fue acostar en las cenizas de la cocina, y el gallo se subió a un palo.

De allí a un poco llegó un ladrón, y al ver que todo estaba en silencio, entró sin hacer ruido y fue a la cocina y al ver las dos brasas, acercó una cerilla para encender el cigarro. Eran los ojos del gato que le saltó a la garganta y le clavó las unas y los dientes, mientras el asno le daba fuertes coces, el perro le mordía las piernas, y el gallo le voló a la cabeza y le picaba los ojos.

El ladrón hizo un esfuerzo y logró escapar rápidamente hacia sus compañeros a los que les dijo:

-Escapemos, en aquella casa una bruja me saltó a la garganta y me ahogaba, otra me comía las piernas, otra me quitaba los ojos; pero lo peor era un gran demonio que me mataba a golpes.

Y los 4 músicos aún estarán en la casa si no los ha echado el casero.

7.- El tratante de gallinas.

De una vez caminaba hacia la feria un tratante de gallinas que las llevaba en un carro pues en aquel tiempo no había coches. Yba cantando canciones como éstas:

“Canta rula, canta rula, canta rula naquel Souto, pobriño daquel que espera polo que está na man doutro”.

“O cantar do arrieiro e un cantar muy baixiño, cántano en Ribadavia, resona no Carballiño”.

Llevaba la vara al hombro delante de los bueyes.

En esto encontró un zorro muerto (es que se hacía el muerto) y lo echó al carro, al medio de las gallinas pues le quería quitar la piel para venderla.

Y siguió cantando.

Luego sintió gritar mucho las gallinas. Paró el carro para ver lo que pasaba. En esto vio el zorro por el camino arriba corriendo con una gallina en la boca, luego miró el carro y encontró 4 gallinas muertas. Y dijo: De esta vez me engañaste; pero para otra no me volverás a engañar.

8.- El niño y las ovejas.

Estaba un niño guardando las ovejas en un monte.. Y para divertirse empezó a gritar:

-¡Socorro, que viene el lobo!

Unos labradores que estaban sachando en un nabal próximo fueron corriendo para salvar al niño y a las ovejas, y al llegar a la cima del monte, junto al niño, vieron que no era nada, que se trataba de una broma, se volvieron enfadados al nabal.

Otro día volvieron oír lo mismo al pastor.

-¡Socorro, que viene el lobo!

Y de esta vez era verdad. Los labradores no fueron creyendo que era otra mentira.

El lobo mató una a una todas las ovejas, y por poco mata también al niño, si no escapara.

El cuento de un viejo y un niño:

Un viejo y un niño fueron a una feria lejana a comprar un burro. El viejo mandó al niño que se pusiera a caballo. La gente que los vio decía: ¡Qué tonto es aquel viejo. En vez de ir él en el burro, manda ir al niño!

Luego se puso el viejo en el burro y la gente decía: Ese niño va cansado y el hombre que podía andar bien se pone a caballo.

Luego se pusieron los dos en el burro y la gente murmuró diciendo: ¡Pobre burro con tanto peso encima. Uno debía de ir a pie!

Luego se bajaron los dos y caminaron a pie y la gente dijo: ¡Qué tontos. El burro sin nadie encima y ellos a pie!

Por último, el viejo dijo a su nieto. No hagamos caso a lo que dice la gente. Haremos lo que nos convenga mejor.

Y colorín colorado…

9.- El zorro y el lobo.

Yban por un camino el zorro y el lobo hambrientos en busca de alimentos. Eraa una noche de tormentas. Encontraron un nabal. Cuando lostregaba, el zorro pescaba un nabo y lo comían al abrigo de un muro. Y los nabos iban desapareciendo.

Entonces el dueño del nabal se dio cuenta de que los que comían los nabos eran el zorro y el lobo y les puso una trampa metálica en el camino que hicieron estos dos animales en ir y volver varias veces al nabal.

El zorro, que es más listo, se dio cuenta de la trampa y saltó por encima. Pero el lobo, que es más tonto, se le metió la pata en la trampa y esta se cerró en el acto, quedando atrapado en ella.

El zorro, que no le quería bien al lobo, porque le comía muchos nabos que aquel pescaba, corrió por el monte arriba y luego se sentó gritando muy alto:

-¡Vecinos de Podente, allí está quien como los nabos!

Entonces los vecinos sabían que tenía que ser el lobo y cogieron las armas: escopetas, revólveres, remintos, trabucos, horquitas, palos, etc., y se fueron hacia el lobo.

Le quisieron poner un lazo y un bozo; pero no pudieron porque daba dentadas para todos los lados. Y decidieron atacarlo con las armas. No lo daban muerto, pero cuando dispararon el reminto, el lobo cayó muerto.

Y el zorro siguió sentado en la cima del monte riéndose y mirando cómo mataban el lobo.

Y colorín colorado, el cuento se ha acabado.

10.- El lobo y el corderito.

Un pastor regresaba al oscurecer con las vacas, la corderita y el corderito hacia la casa. Y como vino la noche perdió estos dos animalitos y el lobo comió la corderita. El corderito escapó y se puso escondido detrás de un muro observando lo que pasaba con su madre. Y de día hizo un pozo con sus patas y colocó palitos y ramas encima, por donde había pasar el lobo. Este llegó andando en busca del corderito, sin darse cuenta de la trampa y cayó en el hondo. Entonces empezó a gritar llorando:

-¡Corderito, corderito, quítame de aquí que no te haré daño!

Y el corderito le contestó:

-¡Pues dame la corderita!

Y siguió gritando el lobo:

-La corderita no te la puedo dar, porque ya la comí.

-Pues luego no te quito, siguió diciendo el corderito.

Y el lobo murió allí de hambre, de sed y de tristeza.

Y el corderito encontró la casa y se metió dentro y el amo lo cuidó bien.

11.- Los ratones.

De una vez un pueblo estaba lleno de ratones que comían las cosechas de los labradores y los gatos no los daban muerto.

El alcalde del pueblo ofreció 20.000 duros al que le quitase los roedores del pueblo.

Se presentó un hombre diciendo que los quitaba él, lo que aceptó el alcalde, dando la palabra de que le daría el dinero cuando quitase los ratones.

El flautista cogió una flauta del bolsillo y empezó a tocar. Los ratones todos se agruparon junto al hombre para escuchar la música y el flautista se fue por un monte arriba y los ratones junto a él, sin quedar uno.

En la cima del monte el flautista paró de tocar y guardó la flauta en el bolsillo. Los ratones, asustados, se escondieron debajo de las piedras y entre los tojos.

Luego el flautista se fue a toda prisa junto del alcalde para cobrar el dinero que le había ofrecido, pues le había dicho que quitase todos los ratones del pueblo primero.

El alcalde no le quiso dar los cuartos, engañando al hombre. Pero este, sin contestar nada, se fue otra vez a la cima del monte, quitó la flauta encantada del bolsillo y se puso a tocar.

Los ratones aparecieron todos junto a él para escuchar la música. Luego empezó a andar tocando por el monte abajo hacia el pueblo y los roedores todos detrás. En el pueblo guardó la flauta, y los ratones se escondieron donde habían salido antes.

Por último, el alcalde al ver otra vez los ratones y muy triste dijo al flautista:

-Toma el dinero y llévame de aquí los ratones.

Pero el hombre no le hizo caso. Y los roedores aún seguirán en el pueblo comiendo las cosechas.

Y el alcalde murió de tristeza. Y los vecinos pasarían mucha hambre.

12.- El padre y sus tres hijos.

Pues era un padre pobre que tenía tres hijos, y cuando iba a morir, pues estaba muy enfermo, se puso muy triste, porque no tenía riquezas para dejar a sus hijos. Solo tenía una guadaña, un gato y un gallo.

Luego llamó a su hijo mayor y le dijo:

-Toma esta guadaña y marcha con ella por el mundo adelante.

Después llamó a su hijo mediano, diciéndole:

-Toma este gato y marcha con él por el mundo adelante.

Por último, llamó a su hijo menor, y le dijo:

-Toma este gallo y con él marcha por el mundo adelante.

Todos a ganar dinero.

Al morir el padre se marcharon sus hijos con las cosas que les dejó el padre a las distintas naciones.

El hijo mayor se fue y desembarcó en una isla, donde no conocían el hierro, y por esto no tenían con que segar la hierba. Luego empezó a segar con su guadaña, y los habitantes de la isla, admirados, avisaron al rey de que había un forastero que segaba toda la hierba con una máquina. Y el soberano lo mandó llamar que fuese junto de él y le dijo:

-¿Cuánto quieres por esa máquina maravillosa?

-Quiero un caballo cargado de oro, le contestó el hijo mayor. Y lo mandó dar y quedó rico, volviendo para su casa.

El hijo mediano marchó con su gato, y desembarcó en otra isla. Donde había muchos ratones que les comían las cosechas. El gato empezó a matarlos. Dijeron al rey lo que pasaba y éste mandó llamar al dueño del gato, diciéndole.

-¿Cuánto quieres por ese animalito?

-Quiero una mula cargada de plata. Y la mandó dar. Y se fue rico para su casa.

Por último, el hijo menor marchó con su gallo y desembarcó en unan isla donde la gente era muy dormilona. El gallo empezó a cantar fuertemente por las mañanas al amanecer y los habitantes despertaban al sentir cantar el gallo. Dijeron al rey lo que pasaba y éste mandó ir al extranjero con su despertador junto de él, diciéndole:

-¿Cuánto quieres por ese animal?

El hombre le contestó:

-Quiero un asno cargado de cobre.

Y lo mandó dar y se fue para su casa.

Así que se volvieron los 3 hermanos llenos de riquezas hicieron casas nuevas y se casaron.

13.- Otro cuento parecido.

De una vez era un padre muy pobre que no tenía más que tres manzanas para dejar a sus tres hijos, pues, como estaba enfermo de gravedad, quiso hacer testamento. Les dio a cada uno una manzana, diciéndoles que colocasen las manzanas en las cabezas, solas, sin les tocar, y que se fuesen por el mundo adelante en distintas direcciones y que donde cayese la manzana que cavasen y que encontrarían una mina.

Al hijo mayor le cayó en un monte, cavó y encontró una  mina de oro. Quedó muy rico.

Al hijo mediano le cayó en un parado. Cavó y halló una mina de plata. También quedó muy rico.

Al hijo menor le cayó en un agro. Cavó y encontró una mina de cobre. También quedó bastante rico.

Los tres hermanos volvieron a casa, haciendo muchos palacios y se casaron con princesas, quedando riquísimos.

14.- Cuento del gitano.

Un día estaba un caballo atravesado en un camino y llegó un gitano con idea de robarlo y más hecharº una carrera. Quiso pasar por delante y le gritaron:

-¡Cuidado que muerde!

Quiso pasar por detrás y le gritaron:

-¡Cuidado que da coces!

Luego quiso pasar por encima y el animal empezó una veloz carrera con el gitano y no paró hasta recorrer tres leguas.

El dueño del caballo dio parte al juez diciéndole que el gitano le había robado el caballo.

El juez llamó al gitano para que respondiese del robo. Pero este le dijo:

-No fui yo quien ha robado el caballo, sino que fue él quien me ha robado a mi. Y le contó lo sucedido.

El juez le perdonó y el gitano se fue tranquilamente riéndose.

15.- Otro cuento parecido del gitano.

Otro día estaba un asno paciendo en un prado, donde había un manzano lleno de manzanas. Un gitano estaba escondido en medio de las ramas comiendo y con intención de robar el asno y tiró algunas manzanas abajo a fin de que el animal se acercara y las comiera al oírlas caer para luego saltar encima. Cuando éste estaba debajo comiendo, el gitano se dejó caer y quedó acaballo del burro, quien asustado emprende una veloz carrera, no parando hasta recorrer tres leguas.

El dueño dio cuenta al juez de que el gitano le había robado el asno y lo llamó para que respondiese del robo. Pero el gitano respondió y declaró: Cuando yo estaba comiendo manzanas en el árbol me caí y fui a dar encima del asno que estaba por debajo y emprende conmigo una veloz carrera. Y no fui yo quien ha robado el asno, sino que fue él quien me ha robado a mí.

El juez le perdonó y el gitano se fue, riéndose del dueño y de lo que pasó.

16.- El cuento de la vieja y el viejo.

Una vieja y un viejo tenían un queso.

Vino el ratón y se comió el queso, que tenían la vieja y el viejo.

Vino el gato y se comió al ratón, que se comió el queso, que tenían la vieja y el viejo.

Vino el perro y mató al gato, que se comió al ratón, que se comió el queso, que tenían la vieja y el viejo.

Vino un palo y le pegó al perro, que mató al gato, que se comió el ratón, que se comió el queso, que tenían la vieja y el viejo.

Vino el fuego, que quemó el palo, que pegó al perro, que mató al gato, que se comió al ratón, que se comió el queso, que tenían la vieja y el viejo.

Vino el agua y apagó el fuego, que quemó el palo, que pegó al perro, que mató al gato, que se comió al ratón, que comió el queso, que tenían la vieja y el viejo.

Vino el buey y se bebió el agua, que apagó el fuego, que quemó el palo, que pego al perro, que mató al gato, que se comió al ratón, que se comió el queso, que tenían la vieja y el viejo.

El buey se acostó y el cuento se acabó.

Un pequeño cuento de un sastre.

En otros tiempos, tanto los sastres como las costureras, iban a ganar el día de casa en casa. Y al terminar el día se ponían a merendar.

De una vez era un sastre que al terminar el día se puso a merendar y terminó muy tarde. La noche era oscura. Le llevó mucho tiempo comer porque en vez de apurar se puso a cuentos con sus amos.

Cuando terminó ya era de noche y era muy miedoso. En el camino se le agarró una silva al abrigo, y no le dejaba andar. Él tiraba, pero no la daba desprendido. Pensaba que era una fiera que lo quería comer.

Y empezó a decir: Déjame que te corto. Así estuvo diciendo toda la noche.

A la mañana, al ser de día miró quién era el que lo tenía preso y vio que era una zarza. Cogió su tijera y la cortó.

Y colorín, colorado, el cuento se ha acabado.

17.- Cuento de las tres cabras.

Un niño iba con tres cabras para su casa, después de llevarlas a pacer a una montaña.

Se saltaron a un campo de nabos. No las dio quitado de allí, porque en cuanto llevaba una a la puerta y volvía por otra, aquella escapaba para atrás. Se subió al monte y se puso a llorar.

Llega el lobo y le dice: ¿Por qué lloras niño? -Le contesta: Lloro por no dar quitado las cabras del campo de nabos. -Te las quitaré yo, le dijo. Fue el lobo, llevaba una a la puerta y en cuanto volvía por otra, aquella se volvía atrás. Se subió al monte y se puso a llorar.

Llega el zorro y le dijo: ¿Por qué lloras, lobo? Este le dice: Lloro porque el niño llora, y el niño llora porque no ha podido echar las cabras del campo de nabos. Te las quitaré yo. El zorro en cuanto llevaba una a la puerta y volvía por otra, aquélla le escapaba para atrás. Se subió al monte y se puso a llorar.

Llega por allí la liebre y le dice: ¿Por qué llorar zorro? Y este le contesta: Loro porque el lobo llora, y el lobo llora porque el niño llora, y el niño llora porque no ha podido quitar las cabras del campo de nabos. Se subió al monte y se puso a llorar.

Llega por allí la abeja y le dice a la liebre: ¿Por qué lloras? Y le contesta: Lloro porque el zorro llora, y el zorro llora porque el lobo llora, y el lobo llora porque el niño llora y el niño llora porque no ha podido quitar las cabras del campo de nabos. Pues las quitaré yo.

Las cabras, al oír zumbar la abeja junto a sus oídos, escaparon del campo de nabos a veloz carrera.

Y venció.

Luego los demás animales: el lobo, el zorro y la liebre, se fueron tristes por haber sido la abeja más lista que ellos.

Y el niño marchó con las tres cabras para su casa muy contento.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

18.- Cuento del Pito, Pitón.

El Pito Pitón iba para la fiesta de San Pasqual Bailón. Cayó en el camino y las medias se manchó. Encontró una malva y la dijo: Malva, limpia las medias del Pito Pitón que va para la fiesta de San Pascual Bailón. No quiero, respondió la malva.

Luego encontró la oveja y la dijo: Oveja, come la malva, la malva no quiso limpiar las medias del Pito Pitón que va para la fiesta de San Pascual Bailón. No quiero, le contestó.

Luego encontró el perro y le dijo: Perro mata la oveja, la oveja no quiso comer la malva, la malva no quiso limpiar las medias del Pito Pitón que va para la fiesta de San Pascual Bailón. No quiero.

Más adelante encontró el palo: Palo, mata el perro, el perro no quiso matar la oveja, la oveja no quiso comer la malva, la malva no quiso limpiar las medias de Pito Pitón que va para la fiesta de San Pascual Bailón. No quiero.

Más adelante encuentra el fuego: Fuego quema el palo, el palo no quiso matar el perro, el perro no quiso matar la oveja, la oveja no quiso comer la malva, la malva no quiso limpiar las medias de Pito Pitón que va para la fiesta de San Pascual Bailón. No quiero.

Luego encontró el agua: Agua apaga el fuego, el fuego no quiso quemar el palo, el palo no quiso matar el perro, el perro no quiso matar la oveja, la oveja no quiso comer la malva, la malva no quiso limpiar las medias de Pito Pitón que va para la fiesta de San Pascual Bailón.

El agua apagó el fuego y limpió las medias del Pito Pitón, y este fue a la fiesta de San Pascual Bailón.

El agua apagó el fuego, el fuego no quemó el palo, el palo no mató el perro, el perro no mató la oveja, la oveja no comió la malva, la malva no limpió las medias del Pito Pitón que fue a la fiesta de San Pascual Bailón.

19.- La gallina roja.

Una gallina roja estaba escarbando en el corral.

Encontró un grano de trigo y dijo al pato y al ganso:

-¿Quién quiere sembrar este grano de trigo?

-Yo no, dijo el pato.

-Yo no, dijo el ganso.

Pues lo sembraré yo.

Luego la gallina roja sembró el trigo, lo amasó después de segarlo, majarlo y llevarlo al molino. Cuando el trigo estaba cocido dijo al pato y al ganso:

-¿Quién quiere comer este pan?

-Yo, dijo el pato.

-Yo, dijo el ganso.

-No, no, a vosotros no os daré nada por no haber querido trabajar. Lo comeremos yo y mis pollitos.

Venid mis pollitos, venid a gustar al pan sabrosito que vida os dará.

20.- Cuento de un soldado.

De una vez iba un soldado con licencia para su casa. Solo llevaba 3 pesetas para comprar comida.

Por el camino, un pobre y una pobre le pidieron una limosna. Les dio una peseta. En esto le dijo el pobre: Somos Jesús y María, pídeme lo que quieras. La Virgen que estaba más atrás, le señalaba el Cielo con el dedo. Pero el soldado no le pidió el Cielo. Le pidió 3 cosas:

1ª.- Que no tuviese hambre hasta llegar a casa.

2ª.- Que donde tocase la flauta que bailara todo el mundo.

3ª.- Que a donde tirase el fusil que fuera él detrás.

Y le fueron concedidas.

No tuvo hambre hasta llegar a casa.

En el camino encontró un arriero con una recua de caballerías cargadas con pieles de vino. El soldado tocó la flauta, y el arriero y sus caballerías se pusieron a bailar y tiraron con las pieles de vino. El dueño fue a dar parte del soldado, y los guardias le llevaron ante el juez. Pero tocó la flauta y todos se pusieron a bailar y como cansaban, echaron al flautista fuera. De allí a una temporada murió el soldado y fue al infierno, porque tenía pecados. Tocó la flauta y los demonios empezaron a bailar y el fuego se apagaba porque no había quien tizase.

Y como cansaban de tanto danzar, echaron al soldado fuera.

Luego fue a la puerta del Cielo para que lo pesara San Miguel.

Llamó a la puerta y San Pedro abrió a ver quien era. Enseguida, el soldado tiró el fusil adentro y detrás fue él.

21.- Otro cuento del zorro y el lobo.

El zorro y el lobo iban por un camino llenos de hambre. Vieron una casa con las puertas abiertas. Y el zorro dijo al lobo: Espérame aquí que voy a entrar en esta casa. Y entró y escapó con un unto, pues la dueña estaba descuidada y no lo vio. El zorro llevó el unto a la cima de un monte para comerlo entre los dos.

Dijo el raposo antes de comerlo: Vamos a dormir para descansar. Pero el zorro hacía que dormía y comió todo el unto.

Cuando despertaron dijo el raposo: Lobo tu comiste el unto. Yo no, le contestó.

Tu fuiste, le volvió a decir el raposo. Y así anduvieron acusando el uno al otro.

Vamos hacer una cosa, dijo el zorro: Vamos a dormir otra vez y a quien le sude la barriga fue el que comió el unto.

El raposo hacía que dormía y le orinó en la barriga al lobo, pues tenía el sueño muy pesado. Cuando este despertó miraron cual tenía la barriga sudada. Y la tenía el lobo. Y este tuvo que cargar con las culpas.

El zorro se hartaba de risa cuando se escondía.

22.- La gatita Minifá.

Esto era una gata y un gato. El gato se llamaba Minifú. La gatita se llamaba Minifá. Un día Minifú se fue a un país lejano. Todos los días escribía una carta a Minifá.

La gatita lloraba y decía:

-¡Qué pena tengo! No sé leer las cartas de Minifú.

Tampoco sé escribir.

Pero un día Minifá fue a la escuela.

-Buenos días.

-¿Qué quieres gatita? -dijo la maestra.

– Quiero aprender a leer y escribir.

-Pasa y siéntate.

Y todos los días iba la gatita a la escuela cantando.

Soy la gatita Minifá, a, a A que nunca a la escuela fue, e, e, E a leer yo no aprendí, i, i, I y al colegio vengo yo, o, o, O porque quiero a Minifú, u, u, U

A E I O U

Y la gatita aprendió a leer y escribir.

Ya sabía leer las cartas de Minifú.

También escribía cartas a Minifú y le decía:

Te quiero mucho y estoy muy solita sin ti.

23.- Los ratones y el queso.

Esto era un ratón muy listo. Un día salió de su escondite. Entró en la cocina de una casa.

Encontró un buen trozo de queso. Se puso a comer.

De repente llega otro ratón con sus hijitos. Tenían mucha hambre.

Querían quitar el queso al otro ratón.

Los dos ratones grandes se pusieron a pelear.

Pero de pronto… Se oyó una voz: “¡Miau, miau, miau…!”

Los dos ratones temblaron de miedo.

-Huyamos-, dijo uno.

-Corramos- dijo otro.

Estamos perdidos. Viene el gato.

El gato, despacito, iba a cazarlos.

Todos los ratones huyeron.

Dejaron en la cocina el queso. Y se metieron en su escondite.

El gato no  pudo coger a los ratones, pero lamía el queso y se relamía de gusto…

24.- Cuento de la ratita.

De una vez era una ratita que de tanto reír se le rompió la boquita.

Y gritaba:

-¡Ay, pobre de mí! ¿Cómo voy hacer para coser mi boquita?

Fue junto al cerdo y le dijo:

-Cerdo, buen cerdo ¿Quiere darme cerdas para coser mi boquita?

-Dame bellotas, le contestó.

-¡Ay, pobre de mí! ¿Cómo voy a hacer para traerte bellotas?

-Pídelas al bosque.

-Bosque, buen bosque ¿Quiere darme bellotas?

-Dame agua.

-¡Ay, pobre de mí! ¿Cómo voy a hacer para traerte agua?

-Pídela a las nubes.

-Nubes, buenas nubes ¿Quieren darme agua?

-Dame humo.

-¡Ay, pobre de mí ¿Cómo voy hacer para traeros humo?

-Pídelo al fuego.

-Fuego, buen fuego ¿Quieres darme humo?

-Dame leña.

-¡Ay, pobre de mi ¿Cómo voy hacer para traerte leña?

-Pídela al bosque.

El bosque dio leña, leña fue dada al fuego.

El fuego dio humo, humo fue dado a las nubes.

Las nubes dieron agua, agua fue dada al bosque.

El bosque dio bellotas, bellotas fueron dadas al cerdo.

El cerdo dio cerdas, cerdas fueron dadas a la ratita.

Y la ratita cosió su boquita.

25.- Otro cuento de la ratita.

Esta era una ratita muy presumida con un lazo azul que estaba sentada en una ventana mirando lo que pasaba.

Pasó por allí un perro y le dijo:

-Ratita, tu que estás tan bonita. Te quieres casar conmigo?

-A ver como cantáis, le dice.

-¡Guau, guau, guau! Gritó el perro muy fuerte.

-No, no, que mucho me espantáis, le dijo la ratita.

Luego fueron pasando uno a uno el ratón, el toro, el carnero y otros animales.

A todos les pasaba lo mismo que el perro.

Por último, pasó el gato muy presumido y dijo:

-Ratita, tu que estás tan bonita ¿Te quieres casar conmigo?

-A ver cómo cantáis.

Empezó a cantar ¡Miau, miau, miau…!

-¡Sube, sube que mucho me encantáis! Le siguió hablando la ratita.

El gato subió para casarse con ella.

Y al verla tan gordita y bonita, de un bocado la come.

De una vez era un gato

Que tenía pies de trapo

Y la barriguita al revés

¿Quieres que te lo cuente otra vez?

26.- El pollito de la avellaneda.

Pues señor, este era un pollito que estaba comiendo con su gallinita en la avellaneda y se le atrancó una avellana, y se iba a ahogar.

La gallina turuleca corrió a casa de la dueña y le dijo:

-Ven, dueña, a sacar la avellana a mi pollito, que está en la avellaneda y se va a ahogar.

-Pero no tengo zapatos. Dile al zapatero que te los dé. Y la gallinita corrió a casa del zapatero.

-Zapatero, dame los zapatos de mi dueña, para que saque la avellana a mi pollito, que está en la avellaneda y se va a ahogar.

-Pero no tengo cuero. Dile a la cabra que te lo dé. Y la gallinita corrió a casa de la cabra.

-Cabrita, dame cuero, para que yo se lo dé al zapatero, para que haga los zapatos de mi dueña, para que saque la avellana a mi pollito, que está en la avellaneda y se va a ahogar.

-Pero mi cuero tiene hambre. Dile al prado que me dé hierba.

Y la gallinita corrió al prado:

-Prado, pradito, dale hierba a la cabra, para que me dé cuero, para que el zapatero haga los zapatos de mi dueña, para que vaya a sacar la avellana a mi pollito, que está en la avellaneda y se va a ahogar.

-Pero estoy seco y no tengo hierba. Dile a las nubes que me den agua.

Y la gallinita voló a las nubes:

-Nubecitas, dad agua al prado, para que el prado dé hierba a la cabra, para que la cabra dé cuero al zapatero, para que el zapatero haga los zapatos de mi dueña, para que saque la avellana a mi pollito, que está en la avellaneda y se va a ahogar.

Y las nubes dieron agua al prado, y el prado, hierba a la cabra, y la cabra cuero al zapatero, y el zapatero hizo los zapatos de la dueña, y la dueña corrió a la avellaneda, y sacó la avellana de la boca al pollito, que cantó revoloteando:

¡Kiquirikí, Kiquiriquí!

¡¡Kiquiriquí!!

27.- La rana presumida.

Estaban las ranas chapuzándose en el agua y cantando:

-¡Rac!¡Rac!¡Rac!

Pero había una rana presumida que quería ser la más alta de todas y se estiraba, se estiraba.

Un día pasó por allí un buey y se acercó a beber agua.

-Mira, mira -dijeron las otras ranas-; ese buey es más alto que tú.

La rana vio que era muy alto y bebió agua hasta incharse y quedar como un globito, y entones preguntó a las otras ranas:

-¿Soy ya más alta que el buey?

Y le dijeron:

-No, no; aún es el buey más alto que tú.

Y bebió más y más agua, hasta casí estallar, y preguntó de nuevo a las ranas:

-¿Soy ya como el buey?

-No, no; aún es el buey más alto que tú.

Y siguió bebiendo más agua, hasta que, al fin, hizo ¡crac!, y estalló en pedazos.

Las otras ranitas lloraban por la rana presumida y nunca quisieron ellas parecerse al buey.

28.- Cuento.

Un hombre que tenía mucho frío dijo al sastre: “Tengo frío”.

El sastre dijo al fabricante: “Necesito paño”.

El fabricante dijo al ganadero: “Necesito lana”.

El ganadero esquiló la oveja.

La oveja dio lana.

Con la lana se tejió el paño.

Con el paño se hizo un abrigo.

El abrigo quitó el frío.

29.- Cuento.

Un hombre que era muy bueno, vivía en unan cueva. Un ángel le llevaba comida todos los días.

Tenía un hermano ladrón. Un ángel dijo a aquel un día:

-“Tu hermano el buen ladrón se ha salvado”.

Y le contestó:

-Si se salvó mi hermano ¿A dónde iré yo a dar?

-A los profundos del infierno, dijo el ángel.

Y se condenó, no llevándole más comida.

30.- Cuento.

Iba una mujer por un camino y un pobre le pidió una limosna y ella dijo que allí no tenía nada para darle. El pobre le pidió el anillo y se lo dio.

Una vez aquella buena mujer estaba rezando en la iglesia y vio entrar un niño muy listo con el anillo en la mano.

-¿Quién te dio ese anillo?

-Tu me lo has dado -le contestó el niño- porque el bien que haces a los pobres me lo haces a mi.

Era el Niño Jesús quien le devolvió el anillo.

31.- Cuento.

Robaron a San Medardo un toro que llevaba una campanilla al cuello. El ladrón lo llevó al establo y cerró la puerta con llave. La campanilla sonaba siempre. La quitó y la tiró al suelo y continuaba sonando. La escondió entre el heno y no dejaba de sonar. La metió en una caja y cada vez sonaba más fuerte.

Lleno de espanto, llevó al toro al lugar donde lo había robado y desde entonces la campanilla calló.

32.- Cuento.

De una vez iban Jesucristo,, San Pedro, Santiago y San Juan predicando a las gentes y encontraron un río en el que había un barquero pasando a las personas de un lado a otro.

Jesucristo le dijo que los pasase. Así que los pasó, el barquero no les quiso cobrar nada por haber pasado a los cuatro.

Jesús, agradecido le dijo:

-“Pídeme lo que quieras”.

Y le pidió que cuando tocase la guitarra, toda la gente bailara delante, y que donde tirase el sombrero fuese él detrás.

San Pedro le hacía señas hacia arriba para que pidiese el Cielo.

El barquero encontró a un hombre en el camino, tocó la guitarra y éste empezó a bailar. Y toda la gente le bailaba.

Cuando murió fue a la puerta del Cielo a fin de que lo pesase San Miguel. Pero al ver la puerta abierta tiró el sombrero adentro y detrás fue él.

33.- Cuento.

Dos niños se fueron a divertir en una barca. Así que se cansaron dijo uno, el más bueno:

-En cuanto descansemos vamos a rezar tres Avemarías a la Virgen”.

El bueno las rezó; pero el malo dijo : “Yo no estoy obligado a rezar”.

Volvieron a divertirse y la barca dio la vuelta y cayeron al río.

Apareció allí la Virgen y quitando al bueno, dijo al malo:

-“Tu no estás obligado a rezarme; yo tampoco estoy obligada a quitarte del río”. Y se ahogó.

34.- Cuento.

Da una vez había varios niños para pasar un río lleno de agua. Se les apareció un caballo muy manso, y conforme se iban colocando los niños encima de él, éste se alargaba poco a poco. Así que subieron todos, empezó a atravesar el río a fin de pasar al otro lado; pero en medio de las aguas se encogió y cayeron todos los niños al agua.

Aquel caballo negro era el demonio.

35.- Cuento.

Había un señor que todos los días rezaba tres Ave-Marías a la Virgen.

Un día le apareció en la casa una mona muy bonita y lista, pues le barría la casa, le servía a la mesa, le corría, le saltaba y hacía muchas labores y monadas. Tan contento estaba con ella que quiso tener un banquete para que vieran sus amigos un animal tan listo en todo y en servir a la mesa.

Entre sus convidados estaba el señor Obispo; pero éste, antes de entrar, echó la bendición a la casa.

Y entraron todos y se sentaron a la mesa. El señor llamó a la monita, pero ésta no apareció. Buscaron en toda la casa y nada.

Por último, la encontraron detrás de un armario viejo y muy triste con unas uñas grandes. El señor Obispo le dijo:

-¿Qué haces aquí demonio?

Y le contestó:

-Estoy engañando a ese señor a ver si deja de rezar las tres Ave-Marías para que se condene.

Y desapareció.

36.- Cuento.

Un día eran dos hombres que tenían dos “bouzas” iguales para segar. Dijo uno:

-Yo voy a la Misa antes de empezar la siega.

El otro contestó:

-Yo no voy a Misa. Quiero ahora segar mi “bouza” a fin de terminar delante de ti.

Y fue a segar; pero se equivocó, y en vez de segar la suya, segó la de su compañero.

Tuvo que segar las dos.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

37.- A Virxe do Cristal.

Esta leyenda fue escita en verso por Curros Enríquez y es la siguiente:

Habiendo sido una joven calumniada y encontrándose apenadísima porque su novio dudaba de su pureza, se le apareció la Virgen dentro de una piedra cristalina del tamaño de un huevo, aconsejándola se desposase con Dios, es decir, que se hiciese monja. Y la muchacha tomó los hábitos de religiosa en un convento de Allariz.

El galán, comprendiendo las virtudes de su amada y la calumnia propalada por un convecino suyo, le arrancó a éste la lengua, clavándola en una estaca.

La justicia trató de descubrir al autor de tan bárbaro hecho, pero le fue imposible, pues el deslenguado no podía articular palabra. Y gran parte del pueblo, que sabía lo impostor que era, quedamente decía: “Estúvolle ben feito, para qu’escarmente”.

Esta tradición fue la causa de que se levantase en Vilanova dos Infantes una ermita A Virxe do Cristal a la que acuden los creyentes en busca de salud, de consejo, etc.

38.- La máquina maravillosa.

Cuento: -Yo he visto en América una fábrica donde por un lado meten troncos de árboles y por el otro salen convertidos en papel, decía un joven.

-¡Bah! -contesta su tío-

No hace falta salir del pueblo para ver cosas maravillosas. Yo he comprado una máquina, que metiendo forraje por un lado por el otro sale convertido en leche.

-Eso no puede ser, enséñame esa máquina.

Entonces el tío lo llevó al [establo], y enseñando a su vaca, dice:

-He aquí la máquina.

39.- San Antonio y los pájaros.

Cuento.- Cuando San Antonio tenía 8 años, su padre le mandó cuidar que no le fueran los pájaros a los sembrados de su huerto mientras él iba a oír Misa.

San Antonio mandó a todos los pájaros: palomas, rulas, urracas, gorriones, mirlos, perdices, tordos, cigüeñas, golondrinas, ruiseñores, etc., que entrasen en su habitación y allí se pusieron a cantar.

Cuando llegó su padre de Misa preguntó al niño si había guardado bien el huerto, y éste le enseñó, después de hacerlos callar, todos los pájaros en la habitación, y luego los mandó volar a los montes y prados.

Todos volaron cantando:

Adiós, Antoñito,

Niño muy amado,

Y no volveremos

Entrar en sembrados.

40.- Cuento.

Una niña tenía 7 años y al oír cantar reyes supo del Niño Jesús. Durante otros 7 años estuvo pidiendo a la Virgen que le enseñase el Niño.

Una vez se le apareció María con su Hijo diciendo a la niña:

-¿Tú me amas?

-Te amo más que a todas las cosas, -contestó la niña.

-¿Tú me amas?

-Te amo más que a mí misma.

-¿Tú me amas?

-Te amo con todo el corazón.

Entonces murió la niña y subieron al Cielo, y desde la tierra se sentían tocar música en el cielo

Cuento: Un hombre perezoso.

En Santiago había una vez un hombre que le gustaba mucho ver hacer zapatos; mas no quería ayudar en nada. También había allí un zapatero en una casa, cuya puerta del taller estaba dividida en dos: una más arriba y otra más abajo. El zapatero solo abría la de arriba. Resulta que aquel perezoso todos los días iba a mirar por encima de la puerta baja para ver cómo el zapatero trabajaba. Pero éste ya se enfadaba.

Un día se puso detrás de la puerta, con el betún y los cepillos, al llegar aquel hombre y al meter la cabeza por encima de la puerta de abajo, el zapatero cierra la otra, quedando allí la cabeza perezosa entallada entre las dos puertas. Con el betún negro le pintó la cara y de tal modo le brillaba que parecía un negro de África.

Desde aquel día no volvió más allí, y el zapatero trabajó tranquilo.

Y colorín, colorado, el cuento se ha acabado.

Cuento: Una boda.

El saltón y la cigarra se quieren casar, fáltales el cura, ¿dónde lo irán a buscar?

Sale el sapo de su sapura, sigan esa boda que yo soy el cura.

Ahora mi vida, cura ya tenemos, falta el padrino ¿dónde lo hallaremos?

Sale el ratón de su “buratiño”, sigan esa boda que yo soy el “padriño”.

Ahora mi vida padrino ya tenemos, falta la madrina ¿dónde la hallaremos?

Sale la rata de su”buratiña”, sigan esa boda que yo soy la “madriña”.

Ahora mi vida, madrina ya tenemos, falta el sacristán ¿dónde lo hallaremos?

Sale el topo comiendo en el pan, sigan esa boda que soy sacristán.

Ahora mi vida sacristán ya tenemos, falta la mesa ¿dónde la hallaremos?

Sale el grillo de su grillero, sigan la boda que yo soy carpintero.

Ahora mi vida mesa ya tenemos, falta el mantel, ¿dónde lo hallaremos?

Sale la araña de su arañera, sigan esa boda que yo soy tejedora.

Ahora mi vida, mantel ya tenemos, falta el pan, ¿dónde lo hallaremos?

Sale la mosca de su mosquera, sigan esa boda que yo soy panadera.

Ahora mi vida pan ya tenemos, falta el vino ¿dónde lo hallaremos?

Sale el mosquito de su mosquitero, sigan esa boda que yo soy tabernero.

Y se casaron.

El cuento de los tres cerditos:

De una vez eran tres cerditos que se fueron de casa. Era en el invierno y hacía mucho frío. Y dijeron: Vamos hacer casa.

Dijo el más perezoso: Yo la voy hacer de paja para terminar más pronto.

Dijo el que también tenía pereza: Yo la voy hacer de palos.

Y por último, dijo el más listo: Pues yo la voy hacer de ladrillo para que me dure siempre.

Y cada cerdito hizo su casita, y se metieron cada uno en la suya. Se echó la nieve.

Luego llegó el lobo lleno de frío y de hambre por junto a la casa de paja y sintió ruidos dentro. Le dio un resoplido y tiró con ella, saliendo corriendo el cerdito y el lobo tras él y se metió en la casa de ladrillo. Luego el lobo llegó a la de palos. Le dio un golpe con las patas tirando con ella y salió el cerdito corriendo, metiéndose en la casa de ladrillo.

El lobo se puso muy triste al no poder pescar ningún cerdito. Dio varias vueltas a la casa de ladrillo y no pudo entrar. Quiso hacer un agujero, pero se le gastaban los dientes y tuvo que marchar. Los tres cerditos cantaban dentro llenos de alegría: La casa de ladrillo del lobo nos libró, hagamos bien las cosas que es siempre lo mejor.

Cuento, por Vicente Espinel.

Fuíme a despedir a un caballero amigo, que no había visto muchos días hacía, y hallándolo muy melancólico y desgraciado, le pregunté que tenía. Respondiéndome, que no podía dormir, ni comer, ni tomar descanso en casa. “Pues si hacéis -dije- lo que os enseñaré, sanaréis de esas tres cosas”. “Como sí lo haré -respondió-, aunque cueste todo mi mayorazgo” “Pues levantaos mañana en amaneciendo, que yo os llevaré donde cojáis una hierba que os sane de todos esos males”.

Levantóse o hízele levantar de mañana y mandé poner el coche; yo le dije que no haría provecho la hierba si no iba a pie, y dejando el coche le lleve hacia San Bernardino, convento a los Recoletos Franciscanos diciendo que estaba la hierba allí y que la había de coger con sus manos. Hícele andar de manera que iba carleando como podenco con sed, y tanto que de cansado se sentó en el camino. Preguntéle si descansaba.  Respondió que sí. “Pues; sabéis por qué habéis descansado? Porque os cansásteis; y en las sillas de descanso de vuestra casa no descansáis porque no os cansáis”.

Hícele llegar a San Bernardino y volvió a casa a pie con muy buena gana de comer. Comió y bebió con gana y luego se acostó y durmió muy bien. Díjele luego quien no se cansa, no puede descansar, y quien no tiene hambre, no puede comer; quien no tiene falta de sueño, no puede dormir; no se queje quien no hace ejercicio, de males y enfermedades que le vengan que la poltronería es el mayor enemigo que tiene el cuerpo humano. El ejercicio a pie restaura los daños causados de la ociosidad. Los caballos más ejercitados son de más dura y brío. El pescado del mar Océano es mejor que el del Mediterráneo, porque está más azotado por aquellas cavernas hondas, las olas más continuas y furiosas, los hombres más trabajadores están más enjutos y para más que los holgados; y así son todas las cosas del mundo y en todas las cosas que un nombre trabaja más que otro es más poderoso, entiéndase con igual capacidad.

Cuento de León Tolstoi (Rusia).

Un pobre no tenía pan. Se decidió pedir algo al barín. Para no presentarse ante él con las manos vacías, cazó un ganso, hízolo asar y se lo llevó. El barín tomó el ganso y dijo al pobre:

-Te doy las gracias por este ganso; mas no sé como partirlo: tengo una mujer, dos hijos y dos hijas.

Dijo el pobre:

-Yo haré la partición: Tomó un cuchillo, cortó la cabeza del ganso y dijo al barín:

-Tú, que eres el cabeza de familia, toma la cabeza.

Luego, cortando la parte posterior del ave, dijo, dándola a la barina:

-Tu debes sentarte y permanecer en casa. Por ello, tuyo es este trozo.

Después cortó las patas, dándoselas a las niñas y agregó:

-Sois los pies, debéis seguir las huellas de vuestro padre. Y cortando al punto las alas, prosiguió dirigirse a los hijos.

-Para vosotros las alas, pues pronto volaréis fuera de casa. Y designando lo que restaba del ganso, dijo:

-Esto es para mí.

El barín sonrió y le dio pan y dinero

Otro cuento de León Tolstoi.

Un hombre muy rico, vistiéndose de pobre, sabiendo que el barín había dado a otro dinero y pan por un ganso, hizo que le asaran cinco y se los llevó al barín. Este dijo:

-Gracias por los gansos; pero véome apurado, porque con mi mujer y mis hijos somos seis.

¿Cómo dividir entre nosotros esas cinco aves?

El rico reflexionó; mas nada fuéle posible resolver.

Mandó llamar el barín al pobre y le ordenó hiciera el reparto de los gansos. El pobre tomó uno y dijo: dirigiéndose a la barina y al barín:

-Los dos y este ganso seréis tres. Otro dio a los hijos agregando:

-Seréis tres con este ganso. Y prosiguió; dando otro a las hijas:

-Vosotras, con el ganso, también sois tres.

Por fin tomó los otros dos gansos, uno en cada mano, y concluyó:

-Nosotros también somos tres.

El barón sonrió, dio más dinero al pobre y despidió al rico.

La abeja y la mariposa.

Una abejita volaba entre las flores de un bello jardín. Iba un poco fatigada, porque llevaba las patas cargadas del néctar de las flores, para hacer su miel.

Una mariposa de brillantes colores, al ver la abeja gris, tan torpe y lenta, se echó a reír.

¿A dónde vas compañera? -le dijo. A ese paso pronto caerás a tierra para arrastrarte como un gusano.

-Calla, calla, locuela. ¿Quieres que probemos a ver quién llega antes a tocar la rosa tan roja y fragante que nos separa allá a lo lejos?

-Tú ¿qué has de llegar? -Contestó burlona, aleteando coqueta para hacer admirar los brillantes reflejos de sus alas ante los rayos del sol, la mariposa.

Pero vio un rojo clavel, y se entretuvo un poquito, mientras la abeja llegó primero a la rosa roja y fragante, ganando la apuesta.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Los estudiantes.

Una vez, en Santiago se juntaron unos cuantos estudiantes y fueron a una taberna. Allí tomaron cuanto quisieron: Así que terminaron, ninguno quería pagar, y la tabernera les dijo:

-“Pongo este pañuelo por delante de los ojos y aquel a quien toque primero, será el que paga”. Lo hizo y tocó a su hija que pasaba con un haz de nabos, diciéndole: “Paga ti”.

Y los estudiantes todos, riendo, se fueron sin pagar.

El amo y su criado.

Una vez eran el amo y su criado. El criado hacía todo lo que le mandaba su amo, y se querían mucho.

Un día dijo al criado:

-“Tírame con la casa”. Pensaba que no lo hacía, que era una broma.

Pero el criado cogió una palanca de hierro y le tiró con una esquina de la casa. El amo le dijo:

-¿Qué has hecho?

Contestándole el criado:

-¿Usted se enfada, mi amo?

-Sube a comer, sube a comer -le dijo el amo.

Un día le mandó ir por un carro de leña que no fuese derecha, porque la quería para hacer tablas. El criado cortó un carro de cepas y al llegar a la casa, el amo le dijo:

-¿Qué has hecho?

-¿Usted se enfada, mi amo?

-Sube a comer, sube a comer, continuó el amo.

Otra vez le mandó a los tojos. En el monte encontró un oso y se pusieron los dos a tirar piedras lo más lejos que podían, para saber quién era el más valiente. El criado espantó una lavandera que estaba detrás del balado y fue más lejos que las piedras del oso. Y aquel quedó ganador de la apuesta.

Luego pasó por allí un tratante y le vendió un buey; cazó un gran lobo y lo unció al otro buey, y así llegaron a casa con el carro de tojos. Luego, el criado guardó los animales en la cuadra sin que vea el amo y dejando la puerta abierta. De allí a un poco tiempo bajó el señor con un haz de hierba para los bueyes y se encuentra con un lobo en la cuadra, y dijo:

-¡Ay, pobre de mí!, los lobos me han comido un buey.

En otro día mandó al criado con los cerdos para una lamota, y los vendió a un tratante que pasaba por allí, con la condición de quitar el rabo a cada uno de los cerdos, y los clavó en la lama. Al llegar el amo el criado gritaba: ¡”Se han enterrado los cerdos, señor”!

Los ladrones.

De una vez murió un hombre en un pueblo y lo llevaron a la tribuna de la iglesia, para enterrarlo al día siguiente. El sacristán lo fue guardar de noche, y por no estar mirando, llevó las herramientas para hacer zapatos, porque era zapatero.

A la media noche llegaron los ladrones y recogiendo todo el dinero de los cepillos lo colocaron sobre el altar, a fin de repartirlo.

En este momento el sacristán tiró con las herramientas y zapatos abajo, y los ladrones, pensando que era un castigo de Dios, escaparon aterrados, dejando todo el dinero más otras riquezas que habían robado en otras casas.

Más tarde volvió el ladrón a mirar por el agujero de la llave a ver lo que ocurría y oyó: “Malditos sean los ladrones”. Y se escaparon llenos de miedo y espanto.

El elefante y el calderero.

Un indio envió un elefante a casa de un calderero con una caldera agujereada para que la compusiese. Hecho esto, el elefante la volvió al amo. Este notó que la soldadura no estaba bien y devolvió la caldera al elefante. Este comprendió. Llenó de agua la caldera y se fue al calderero haciendo caer sobre su cabeza el chorrito que salía por el agujero. El calderero le entendió perfectamente y compuso la caldera.

El mercader y los monos.

Un mercader viajaba por Túnez llevando varios fardos de gorras turcas rojas, iguales a la que él llevaba. Se durmió en un bosque poblado de monos. Al despertar vio todos los monos con gorras, pues le habían saqueado. Desesperación del mercader. En su dolor se saca la gorra y la tira al suelo. Todos los monos hacen otro tanto. El mercader pudo recogerlas.

Su alegría.

41.- Otros cuentos.

San Antonio estaba predicando en la orilla del mar a los herejes, y no le quisieron oír. Entonces el Santo dijo: Ya que los hombres no me escuchan, predicaré a los peces. Y comenzó a predicarles, viéndose peces de diversos tamaños que sacaban sus cabezas del agua para oír al glorioso predicador.

Otro cuento.

Estaban varias niñas en un balcón del tercer piso de una casa, y echaron abajo a la más buena por ser devota de la Virgen; pero ésta la paró desde el suelo, evitando a la n iña una muerte segura.

Otro.

Estaba una ánima saliendo del Purgatorio. Otras ánimas se agarraban a ella para salir también. Aquélla se sacudió para que cayeran las demás, y cayó ella también. Era soberbia.

Otro cuento:

La Virgen y el Niño pasaban por un camino y Jesús tenía sed. María pidió una naranja a un hortelano ciego, y este le dio varias.

Cuando se despidieron la Virgen el Niño, el ciego comenzó a ver.

Otro.

Una niña buena, que rezaba a la Virgen estaba una vez guardando las vacas y le dijo: “Vente conmigo”.

La niña fue pedir permiso a sus padres y se marchó con la Virgen.

Otro.

Un pastor que había roto un cuerno a una cabra de un garrotazo, se acercó a ella y le dijo:

-Por favor. No digas al dueño que te he roto el cuerno.

Y la cabra le contestó:

¿Qué vale que yo calle lo que no puede callar mi cuerno roto?

Caperucita roja:

Había una vez una niña muy buena. Se llamaba Caperucita Roja porque llevaba una capa con caperuza colorada.

Un día le dijo su mamá:

-Caperucita, hija mía, vas a llevar a tu abuelita, que está enferma, un pastel, queso y un tarro de miel. No te entretengas en el bosque. Ten cuidado con el lobo.

Caperucita se puso en camino y en el bosque se encontró con el lobo.

-¡Buenos días Caperucita! ¿A dónde vas?

-Voy a casa de mi abuelita a llevarle un pastel, queso y miel porque está enferma.

-¿Dónde vive tu abuelita? -dijo el lobo.

-En aquella casita rodeada de árboles -le contestó.

-¿Quieres que juguemos a ver quien llega antes? -dijo el lobo. -Tu vas por este camino y yo por el atajo.

Naturalmente, el lobo llegó antes y fingiendo la voz de Caperucita, entró en la casa y se comió a la pobre abuela. Pero el lobo pensó que Caperucita estaría también muy rica. Se vistió como la abuelita y se metió en la cama.

Al poco tiempo llegó a la casa Caperucita y llamó a la puerta. -¡Tan, tan!-¿Quién? -dijo el lobo imitando la voz de la abuelita.

-Soy Caperucita, abuelita, que te traigo un pastel, queso y miel.

-Empuja y entra, hijita -contestó el lobo.

Cuando Caperucita fue a besar a su abuela, que estaba muy arropada en la cama, la encontró muy rara y le dijo:

-Abuelita ¡qué orejas tan grandes tienes!

-Son para oírte mejor -dijo el lobo.

-Abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!

Son para verte mejor, nena.

-Abuelita, ¡ay, que boca tan grande tienes! Y el lobo, furioso, exclamó:

-¡Es para comerte mejor!

Y se comió a Caperucita.

Entonces pasaron unos cazadores y oyendo roncar al lobo, que se había quedado dormido, entraron en la casa y le abrieron el vientre y sacaron vivas a Caperucita y a su abuelita.

Todos dieron gracias a Dios, que les había librado del terror del lobo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Cuento: El zorro y las gallinas.

Un labrador tenía las gallinas guardadas en un gallinero y, para ventilar, dejó la ventana abierta una noche de verano.

Cuando todo estaba en silencio entró el zorro por dicha ventana y mató a todas las gallinas, chupándolas la sangre hasta emborracharse.

El dueño, al oír tanto ruido, se levantó de la cama a ver lo que pasaba. Quedó asombrado de tristeza al ver a todas las gallinas y al zorro muertos. Y todo enfadado, cogió al zorro por el rabo y lo echó al camino. Este, al verse libre emprendió una veloz carrera hasta desaparecer. Es que se hizo el muerto al verse sorprendido por el labrador.

El cuento de Pulgarcito.

De una vez eran un leñador y su mujer tan pobres que no tenían con que alimentar a sus 7 hijos. El más pequeño se llamaba Pulgarcito que era el más listo.

Como los dos leñadores no podían alimentar a sus hijos, con mucho pesar, decidieron abandonarlos en el bosque antes que les muriesen de hambre.

Pulgarcito estaba escondido debajo de una silla oyendo a sus padres cómo los iban a dejar en el bosque. Se levantó muy temprano antes que nadie y fue a buscar muchas piedrecitas blancas al arroyo y las escondió en el bolsillo. Los padres les mandaron buscar ramitas secas en el bosque, mientras ellos se marcharon sin que los vieran.

Los niños quedaron muy tristes, pero Pulgarcito los animó diciéndoles que había dejado piedrecitas blancas por donde pasaron y que regresarían a su casa, por el mismo camino señalado por él. Ya de noche llegaron a la casa, pues vieron desde lejos la luz por la ventana. Sus padres se alegraron al verlos, pues ya los daban por perdidos.

Para que no les murieran de hambre, los padres los volvieron llevar al bosque a buscar leña.

Antes de caminar, los padres dieron a cada uno un pedazo de pan para ir comiendo por el camino. Pulgarcito no lo comió, se quedó algo atrás, e iba echando migas de pan para señalar por donde habían de volver, pues ya se daba cuenta de la acción de sus padres. Estos los volvieron a abandonar.

Los pájaros habían comido las migas de pan y ya no se conocía el camino. Anduvieron todo el día perdidos por el bosque y les llegó la noche. Estaban todos tristes y llorando llenos de miedo y de hambre. Pero Pulgarcito los animó, se subió a un árbol muy alto y vio una luz brillante y se dirigieron a ella, golpeó tres veces en la puerta del palacio para pedir posada. Les abrió una mujer y los llevó a calentarse a la cocina y les dio una buena cena. Luego oyeron grandes golpes en la puerta, era el Ogro que comía a los niños. La mujer los escondió debajo de la cama y se fue abrir la puerta.

El Ogro traía mucha hambre y le olía a carne humana. Se puso a registrar el palacio y por último los encontró y, fue sacando uno por uno y se reía, pues los iba a engordar para comerlos en compañía de otros tres ogros amigos suyos.

El Ogro al llegar se comió un carnero asado. Tenía 7 hijas todas guapas y con coronas como si fueran reinas. Las mandó acostar con las coronas puestas. Luego mandó a los 7 hermanitos a otra cama. Pulgarcito a media noche quitó las coronas a las hijas dormidas y las pusieron ellos. Muy temprano llegó el Ogro y como no se veía palpó las cabezas de sus hijas y como no tenían corona, pensando que eran los niños les cortó las cabezas. Y como había comido un carnero entero le pegó una gran sed y se puso a beber mucho vino y quedó dormido roncando de borracho.

Los 7 hermanitos animados por Pulgarcito lograron escapar corriendo mucho, llegaron al bosque y descansaron. Se iban hacia su casa de los padres y vieron una nube muy alta que les hacía sombra. Era el Ogro que llegaba volando con sus botas de 7 leguas. Los niños se escondieron en el hueco de una peña pues el Ogro con sus botas maravillosas les buscaba por todas partes.

El Ogro, para comerlos, se sentó a descansar sobre la peña donde estaban los niños escondidos y le pegó el sueño roncando. Luego Pulgarcito mandó marchar a sus hermanos para la casa de sus padres, pues encontraron el camino, mientras él quitaba las botas al Ogro dormido y las ponía él y así voló a la casa del Ogro, le cogió los grandes tesoros y con ellos corrió por los aires para juntarse con su familia.

El Ogro murió de pesar al verse solo sin sus hijas, sin los niños, sin tesoros y sin botas de 7 leguas.

Pulgarcito con el tesoro engrandeció a su familia, quedaron todos ricos y vivieron felices.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Cuento de las tres criadas.

Un señor necesitaba una criada lista y trabajadora. Había tres que querían servir a aquel señor. Este, para escoger a la más trabajadora hizo lo siguiente: Colocó una escoba tirada dentro de la puerta de su palacio, por donde iban a pasar las mujeres. Pasó una y no levantó la escoba; pasó otra y tampoco; luego pasó la última y esta cogió la escoba y la puso en su sitio.

Y despidiendo a las primeras, el señor dijo a la última: Tú eres la más trabajadora y serás la criada de mi palacio.

Cuento de la cabra montesina.

Erase una cabra montesina. Vivía en una cabaña con sus 7 cabritillos.

Un día dijo a sus hijitos:

Hijos míos, me voy al marcado a vender la leche. Si alguien llama no abráis la puerta; podría ser el lobo.

-¿Tan, tan! -llamaron.

-¿Quién es?

-Abridme que soy vuestra madre.

-No -contestó un cabritillo- no eres nuestra madre, que tiene la voz suave y tú la tienes muy ronca.

Entonces, el lobo fua a un gallinero y se tomó los huevos que allí había para que se le pusiera la voz fina. Y volvió a la cabaña.

-¿Tan, tan! -volvieron a llamar.

-Abridme, que soy vuestra madre.

-Enséñanos la patita. Y el lobo mostró una pataza oscura.

-No -contestó un cabritillo, no eres nuestra madre-. Nuestra madre tiene la patita blanca.

El lobo se fue a un molino y metió una pata en una saca de harina para blanqueársela.

Y llamó por tercera vez a la cabaña.

-¿Tan, tan!

-¿Quién es?

-Abridme que soy vuestra madre.

-Enséñanos la patita.

Y enseñó el lobo su pata blanqueada y el cabritillo se dejó engañar y abrió la puerta.

Al ver al lobo, un cabritillo se metió en un armario, otro debajo de la cama, otro debajo del sofá… el más pequeño se escondió en la caja del gran reloj de pared.

El lobazo se tragó enteritos a los cabritillos menos el que estaba en la caja del reloj.

Cuando volvió su mamá cabrita, encontró nada más al cabritillo más pequeño.

La pobre cabra lloraba amargamente.

El cabritillo le dijo entonces: “No llores, mamá, que el lobo está ahí durmiendo y quizás podremos salvar a mis hermanitos”.

La cabra cogió unas tijeras grandes y con mucho cuidado abrió el vientre del lobo. Los cabritillos salieron cantando y bailando al ver a su madre.

El lobo no se despertó ya. De tan tremenda operación quedó muerto.

Desde entonces, los cabritillos no abrieron la puerta a nadie más.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Cuento: El vasito de la Virgen.

¡Arre, arre! -gritaba el carretero.

Mas el carro, atascado en un inmenso barrizal, no podía avanzar un paso.

El carretero se desesperaba: Pensaba que tendría que dejar allí el carro antes de que viniera la noche.

-¿Qué sucede carretero? -le preguntó una señora pobremente vestida, pero muy bella.

-Señora, no puedo sacar de aquí el carro.

-¿Me quieres dar un vasito de vino? -dijo la señora.

-Con mucho gusto le daría vino pero no tengo vaso.

-No importa -contestó. Me servirá de vaso una de estas flores de la orilla del camino.

El carretero vació un poco de vino de su bota en la flor y bebió aquella desconocida mujer.

-¿Arre, arre! -dijo la señora.

Los animales dieron un tirón suave al carro y salió, sin más esfuerzo, del barrizal.

El carretero quiso dar las gracias a aquella bienhechora mujer pero cuando volvió la cabeza había desaparecido dejando un perfume exquisito.

Cuando llegó a la posada contó el carretero lo sucedido. Todos opinaron que aquella mujer no había sido otra que la Virgen María.

Desde aquel día aquella flor blanca con rayas rojas que en aquellas tierras crece le llamaron el “Vasito de la Virgen”

Otro cuento: El gigante rascacielos.

El techo de las habitaciones en que vivía era tan alto como el de las catedrales y aún tenía que agacharse al entrar.

Los pastores y los labriegos estaban asustados. Las ovejas y corderos las metía en su mochila como si fueran cerezas.

Los carros cargados de fruta los llevaba en la palma de la mano incluso con los bueyes.

Andaba de montaña en montaña como nosotros cuando pasamos un riachuelo pasando de piedra en piedra.

Un día, los vecinos del contorno compraron un helicóptero. El piloto, desde él, lanzó un cable a manera de lazo y cogió con él al gigante. El piloto se lanzó del aparato en paracaídas y el helicóptero siguió volando, volando, con el gigante colgando.

Al principio, se creyó que había caído al mar pero, más tarde, un avión lo descubrió en una isla deshabitada donde vive como único señor.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Cuento: el ratoncillo y el león.

Aquel día fue malo para el león. No logró ninguna presa. Cuando de tanto andar se tumbó sobre unas hierbas para descansar.

Un inocente ratoncillo salió de su madriguera y correteaba delante de la fiera.

-¡Ah! -dijo el león. Ya tengo el aperitivo contigo. Y dicho esto lo cogió bajo unan pata delantera.

-¡Por favor, señor León, tenga compasión de mi! En alguna ocasión le podré ser útil.

-¿En qué puedes serme útil, insignificante animalejo? En fin, te perdono.

Pasó el tiempo. Un cazador tendió una red y cayó en ella el león. Rugía éste e intentaba romper las cuerdas que le aprisionaban pero no lo consiguió.

-Calma, señor León -le dijo el ratoncillo, que acudió en su auxilio. Y con sus dientes afilados mordió la red y el león quedó libre.

-Amigo ratoncillo -dijo el león- gracias, muchas gracias. Has sido en verdad agradecido.

Cuento. Un regalo para cada hermano.

Un padre tenía tres hijos que cuando fueron mayores marcharon a un lejano país.

El mayor se puso a trabajar en un taller de un carpintero. Como se portó muy bien, al despedirse, le regaló el amo una mesa que cuando se le decía: “Mesita, componte”, se llenaba de exquisitos manjares.

El hijo mediano estuvo de criado en casa de un ganadero

Cuando se despidió de su amo, éste le regaló un borrico que cuando se le decía: “Borrico, escupe oro”, empezaba a escupir monedas y más monedas de oro.

El hijo menor recibió de su amo un regalo también: un palo con un saco que cuando se le decía: “Palo, sal del saco” Empezaba a repartir golpes. Y hasta que se le decía: “Palo al saco”, no cesaba.

Al volver a su casa entraron en una posada. El posadero, por la noche, les cambió el borrico y la mesa por otros parecidos.

AL llegar al pueblo reunieron a los vecinos para enseñarles sus tesoros.

Por más que decían: “Mesita, componte” y “Borrico, escupe oro”, no consiguieron oro ni manjares.

Comprendieron que el posadero les había cambiado el borrico y la mesa y volvieron a la posada. El posadero decía que él no tenía el borrico que escupía oro  ni la mesa maravillosa. Y entonces, el hermano menor sacó el saco en el palo y dijo: “Palo, sal del saco”. El palo empezó a dar golpes y más golpes al posadero hasta que dijo: ¡Tened compasión de mí, que devolveré vuestro borrico y vuestra mesa!

Así lo hizo el posadero y los tres hermanos volvieron al pueblo, reunieron otra vez a sus vecinos y para todos dio monedas de oro el borrico y manjares abundantes la mesa.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Cuento. El racimo de uvas.

A una medre le regalaron un racimo de uvas, y se lo dio a su hija Clotilde, niña de pocos años.

Clotilde pensó que agradaría a su hermano comer aquel refrescante racimo y se lo llevó al taller.

El muchacho agradeció la fineza; pero viendo a su padre trabajar en el camino, corrió a ofrecerle el racimo.

Lo recibió el padre con placer; pero acordándose de que su mujer agradecería el obsequio, se lo llevó a casa por la tarde. Cuando la madre volvió a ver en sus manos el racimo de uvas, después de haber hecho la felicidad de todos, dio gracias al cielo por el entrañable amor que reinaba en su familia.